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sábado, 14 de febrero de 2015

Dicen que todos los VIAJES dejan huella y cambian tu vida

Después de medio año de mi vuelta, de haber conseguido readaptarme ( por supervivencia) al ritmo de esta rueda occidental y capitalista, empiezo a darme de cuenta de los grandes aprendizajes de ese viaje al exterior de mi zona de confort, como hacía mi propio interior.

Es curioso cómo cuando llegas a casa, después de un tiempo largo explorando distintos sitios, gentes y maneras de pensar de hacer y de vivir, estás como en una nube de paz y también de desubicación que casi ni te permite pensar con claridad ni saber qué necesitas ni por dónde vas a seguir caminando. Pero a medida que van pasando los días te das cuenta de la nueva realidad. Y en parte duele, te deprime y te saca una rabia interna por la pérdida de la libertad.  Libertad casi absoluta. Sin responsabilidades impuestas, sin más preocupación que pensar dónde dormir o comer, cómo llegar y a dónde ir, y sobretodo, sentir cada instante como si fuera la primera vez que sientes y descubres. Estar en el presente sin preocuparte más allá que a los minutos que siguen al instante siguiente. Vivir.

Una vez regresas, como dije, por supervivencia, a esa rueda, a ese ritmo frenético en el que todo es para ayer y en el que no hay respiro ni tiempo para poder reflexionar sobre qué deseo y a dónde voy... es cuando eres consciente (si te paras) de todos los aprendizajes adquiridos a lo largo de ese viaje, y de salir y ver tu propia vida desde fuera. Te das cuenta de lo que deseas en ella y lo que no te favorece para nada pero que acabas resignándote a ello porque "toca". Y me pregunto yo, qué es realemente lo que "toca"? y por qué lo aceptamos? o nos resignamos a ello?

Al principio, los primeros meses de mi vuelta, sentía que me faltaba el aliento, y que no pertenecía a este ritmo ni a esta manera de hacer . Corriendo todo el día, sin tiempo para PARAR. Sin tiempo para reflexionar ni para observar ni observarme a mi desde fuera. Y empecé a creer que eso sólo sería posible si volvía a marchar. Y en parte está claro que es mucho más sencillo, pero luego descubrí que la meditación, si la practicas a diario te permite tener un espacio para tí en el que dejar la mente a un lado, abandonar las presiones sociales, nuestros condicionamientos culturales a un lado y poder encontrar nuestra verdadera esencia y observarlo TODO desde fuera, relativizándolo y escuchando realmente lo que el cuerpo y el alma nos pide.

Este descubrimiento, me está permitiendo, con gran esfuerzo, poder aplicar esos grandes aprendizajes de mi viaje e ir descubriendo todo aquello que ya no deseo que forme parte de mi vida, ni de mi filosofía de vida. Simplemente porque ya no puedo acojerlo ni incorporarlo a mi día a día. Si algo aprendí, en esos paises del Sudeste Asiático, es que estamos de paso en este camino que es la vida. Y no tenemos porque hacer nada porque toca a no ser, que sea por elección propia.

Conseguir confiar en nosotros mismos, que estamos capacitados para conseguir lo que realmente deseemos si nos escuchamos y elegimos, está sólo en nuestras manos. Así que cada vez que siento que hay un conflicto interno, en lugar de seguir en ese contínuo movimiento hiperquinésico y permanente en el que vive nuestra mente, símplemente digo stop! Todo es temporal, todo pasa.

Toda aventura encarna un reto en ella, mi nueva aventura es descubrir cómo deseo reinventar mi vida, dado que la anterior manera de vivirla ya no me sirve. Supongo que son algunas de las consecuencias de salir , descubrir y ver otras maneras de vivir. Mi reto es poder incorporar a mi realidad algunos de esos sabios aprendizajes vividos. Vivir sigue siendo uno de los viajes más interesantes e intensos.