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intomytrip119.blogspot.com

domingo, 28 de septiembre de 2014

Sociedad occidental



Tres semanas de mi regreso a mi tierra, a mi casa, a mi sociedad. Esa sociedad que no para quieta, que corre siempre, y en la que parece no haber tiempo ni espacio para centrarse en una misma. En desconectar. Cada vez hay más cursos y actividades enfocadas a quemar, a adelgazar, a subir ese nivel de endorfinas que el trabajo sólo consume sin producir de nuevas. Qué le pasa a la sociedad actual? porque hay tanta gente enganchada a los deportes de riesgo? porque hay tanta gente enganchada a las pastillas ? porque hay tanta gente que se siente perdida y sin aliento? porque hay algunas personas que acabamos cogiendo la mochila y un vuelo sin planificar nada? para reencontrarnos? para descubrirnos? para sentir? Para dejarnos llevar sin presiones por lo que dicta nuestro corazón más que por lo que toca segun la presion social? Hay tanta información al alcance con un simple click de pulgar que parece que lo sabemos todo, y que nada está ya por descubrir pero cuando nos preguntan, quien eres? nos quedamos en blanco sin poder construir ni una sola frase de nuestra verdadera persona. Sabemos perfectamente como nos ven, nos etiquetan y nos juzgan o definen los demás pero ....y nosotros mismos? Somos cracks cumpliendo lo que la sociedad espera de nosotros y hacemos las cosas casi por inercia, sin questionarnos el porque, pero nos sentimos perdidos cuando nos preguntan y tu qué sientes? qué necesitas para ser feliz? para sentirte en paz y serenidad interior? Erróneamente, la mayoría dirige su mirada a lo externo más que a lo que necesita su interior, Así que espera encontrar esa calma interna en cosas materiales. Cosas, que caducan y se deterioran y así crean otra necesidad, la de necesitar otra cosa más para hallar esa felicidad, calmar esa pulsión interna, que sólo tiene la respuesta dentro de nosotros mismos. Pero claro, mirar hacia fuera siempre resulta mucho más fácil y así evitamos darnos cuenta que el trabajo sólo está en nuestras manos y dentro de nosotros. Y el esfuerzo, aunque es el doble de laborioso, también tiene una recompensa mucho más intensa y perecedera en el tiempo.

Sociedad, que nos quieres engañar para tenernos controlados, para que no pensemos, para que no sintamos distinto a tu camino marcado, para que vivamos dentro de un miedo continuo y el que opina es castrado para que no anime a las masas, porque así, los pocos que la dirigen, o que creen dirigirla, mantienen a las masas controladas y en silencio.

Pero confío en que cada día haya más gente con esa necesidad o pulsión interior que no le deje quedarse estático y que necesite sacar esa energía en forma de proyecto personal y para los demás, y entonces, poco a poco podremos cambiar algunos de los valores que hoy en día goviernan nuestra sociedad occidental y que cada día chocan con personas como yo que buscamos algo más. Mucho más que valores materiales que empobrecen el espíritu y distraen las mentes de lo importante: amar, sentir, expresar,compartir,escuchar, observar, valorar y agradecer. Porque estamos de paso, en este camino que es la vida y sólo uno mismo es el responsable de hacerse cargo de sí mismo y de cómo desea vivirla. Algo que, después de un viaje como este, y en un momento en el que siento que rechazo lo que tengo delante ahora, me cuesta no olvidarlo. Acceptar que ahora ésta es la realidad pero que sólo yo puedo mirarla desde otro prisma y cambiar lo que desee obtener de ella. Pero para ello, es necesario darse el permiso de sentir rechazo, de sentir el duelo por un proyecto que acabó para poder dar paso a otros nuevos que seguro me van a enriquecer.

Dicen que siempre que puedas te lleves un libro, para hacer de tu tiempo el uso que desees. Aquí, en la consulta del médico donde parece que las horas las regalan o los dias tienen 26 , yo decido llenar mi tiempo, el de espera, escribiendo y escuchando jazz. Así que cada uno escoje con que color pinta su realidad.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Viajar...




 
Dirección Barcelona y contemplando el paisaje de la costa del Maresme en movimiento, me vienen miles de recuerdos a la mente. Imágenes, sensaciones y sobretodo las gentes con las que he vivido y compartido parte de esta alucinante aventura que llevaba tiempo preparando.
"Solo trip", dos palabras cortas pero muy complejas. ¡Dos palabras que describen tanto! Dos palabras que, en sí mismas,  comprenden un conjunto de experiencias que, una vez realizadas, jamás te dejan  indiferente. Y aquí, sentada en uno de estos vagones cómodos, limpios y silenciosos, repletos de caras con expresiones diversas y a la vez, una misma: preocupación. Pienso y escribo, como tantas veces lo he hecho a lo largo del viaje, mientras el medio de transporte avanza hacia mi destino. Un destino que ya no es desconocido, que ya no me hace sentir esas mariposas (del descubrir) en el estómago, ni me deja sin palabras... O igual sí, pero diferente. Ahora pienso en lo rápido que ha pasado todo. En que 5 meses atrás estaba sentada en un tren como éste, hacia el mismo destino, para poder vacunarme de todo aquello que, según los "centros de medicina tropical para el viajero", es necesario antes de partir. Partir ¡Qué palabra! ¡Qué miedo y qué emoción a la vez!  Abandonar el centro de confort (en el que al final todo es previsible y no entraña aventura alguna) para adentrarme en el "no confort zone" donde explorar, descubrir y conocer esos nuevos entornos y a mí misma un poco más. Donde no hay día en el que no ocurra algo que me sorprenda y en el que las horas parecen aumentar para regalar un tiempo "extra" en el que "alabar" a mis sentidos. Es curioso la cantidad de miedos, por lo desconocido, que entraña hacer un viaje sola. Y sobre todo, si es la primera vez. Estoy segura de que el siguiente que haga no será igual ¡De eso no tengo ninguna duda! Esos miedos que, si los dejas, te paralizan. Pero si los afrontas y acoges, te hacen mucho más fuerte y te dotan de herramientas nuevas para superar los siguientes. A menudo, la "excusa" o "motivo" para hacer un viaje largo es el desamor, la necesidad de reencontrarse con una misma o de querer encontrar sentido a esta rueda en la que estamos inmersos que parece que, si no estás atenta, te come casi sin elección. Aunque yo soy de las que opina que siempre puedes escoger. Viajando sola, ésta es, justamente, una de las cosas que aprendes desde el minuto cero. Se trata de un continuo elegir y tomar decisiones, lo cual al principio parece que te ahoga, pero al final, forma parte de los rituales que interiorizas y pasa a ser una de las "rutinas" del viaje. Parece mentira los aprendizajes tan complejos que llegas a adquirir a partir de las cosas más sencillas que ocurren en ruta. Aprendes a observar con los ojos abiertos, a escuchar con los oídos en sintonía y a hablar con sentido. Aprendes a valorar las cosas que en casa te parecen sin importancia, y te das cuenta que ésas, en realidad, acaban dando significado a todo lo demás.
Viajando por países asiáticos y teniendo la suerte de conocer y convivir con lo que yo llamo "grandes sabios", me he dado cuenta de la importancia de estar en el "momento presente". Saborearlo y ser consciente de todo lo que acontece en él, dado que es el único instante en el que realmente estamos. Las "preocupaciones", como bien dice la palabra, son "pre", o sea, tienen lugar antes de que eso por lo que nos preocupamos, llegue incluso a pasar, y es  de lo que no tenemos control alguno, así que, es algo que aprendes viajando: a exprimir el momento presente.
Como viajera primeriza de, "viaje en solitario", debo decir que ha sido una de las experiencias más interesantes y enriquecedoras en mis 36 años de vida. Y si le sumas que los países visitados fueron todos nuevos, es un "emocionarme, sorprenderme y aprender de todo" sin cesar. Hace 5 meses, con la mochila en la espalda, mucha ilusión y miedo a la vez, despegué de Barcelona con dirección a  mi primer destino: Tailandia. ¡Qué mezcla de colores y olores contrapuestos, de humedad y de un calor sofocante que, sumada la polución, ni te deja respirar ni ver con claridad! País de templos budistas en los que las tonalidades rojizas y anaranjadas se entremezclan con el dorado de las estatuas y los recipientes de metal en los que depositan las ofrendas. Sus gentes, llenas de vida, de agitación y calma, viven del turismo en las ciudades, y de sus cosechas, en los pueblos. ¡Me encanta poder sentarme con ellos en esos puestos de comida y saborear esas sopas picantes a primera hora de la mañana! ¡O esas ceremonias budistas al atardecer, sentada en las alfombras rojas, y rodeada de gente recitando al unísono! Sin olvidar ese aroma de incienso que lo perfuma todo y te invita a un estado de relajación y calma indescriptibles. Al salir, el sonido de las campanillas al viento, colgando del extremo de los tejados,  son la guindilla final del cuadro de colores, olores y sonidos que, sin darte cuenta, te inducen a un estado de meditación y paz interior en medio de la caótica ciudad de Bangkok.
Viajar... Cada uno tiene una manera de hacerlo, según lo que le pide su espíritu, sus posibilidades y sobretodo, sus preferencias. Porque al final, en la vida, todo es cuestión de prioridades. Para mí, viajar es mucho más que tumbarse al sol. Es mucho más que entrar en un museo, o sacarle una foto a un monumento. Es mucho...mucho más. Para mí, es no planificar demasiado para dejar paso a la improvisación y a la sorpresa, al fluir de las cosas. Es entrar en contacto directo con las diferentes culturas y sus gentes, en sus casas, en sus puestos de comida, en su día a día y con su lengua. Abandonar mi cúmulo de costumbres y hábitos diarios y empaparme de sus rutinas y rituales, de su comida y, sobretodo, de esas sonrisas eternas que, afortunadamente, te contagian el alma. ¡Es impresionante! Dejo mis reglas cuadriculadas y me olvido del espacio-tiempo y me vuelvo flexible para poder asumir y recibir, la suma de situaciones y acontecimientos espontáneos que son la esencia del viaje. Un viaje que no es sólo observar y escuchar, que ¡Ya es mucho! Sino un autoconocimiento que sólo se consigue al desprenderse de esas "cadenas" que nos atan a la "zona de confort". Dicen que la vida no tiene sentido si no arriesgas. Que no pasa nada distinto si no haces algo diferente. Que la actitud que tienes ante ella es la que te lleva por uno u otro camino y a vivir una misma realidad de manera muy distinta. Pero lo que más me sorprende de viajar sola, es esa capacidad que desconocía de mí misma, de adaptarme  absolutamente a todo lo que va aconteciendo, sin que represente drama alguno. Te vuelves más despierta, más abierta, y aquellas pequeñas cosas que en nuestro día a día parece que son inexistentes, en ruta, recobran vida, de tal manera, que acaban dando sentido a todo. ¡Es maravilloso volver a descubrir el mundo como lo hacen los niños, con zapatos nuevos! Todo te sorprende, todo te hace sonreír por dentro y por fuera y descubres a una persona dentro de ti, que ni sabías que existía. Viajar y sobretodo, viajar siendo mujer, no es fácil y si encima viajas sola, parece que estás haciendo alguna locura. Pero cuando consigues desprenderte de todos los prejuicios de nuestra sociedad y de los de la gente que te quiere y te rodea, y te das un voto de confianza, entonces, algo mágico, ¡Sucede! Te sincronizas con el viaje y aceptas lo que te va llevando y empiezas a entender el sentido de la vida, de las relaciones y no resulta ni la mitad de complicada de lo que la hacemos nosotros mismos. Te das cuenta, que lo material es caduco y que todo es temporal, porque todos estamos de paso, así que, es una pérdida de tiempo malgastarlo con preocupaciones de cosas que ya pasaron o que aún están por suceder. 

Viajando sola aprendes que tú eres tu mejor amiga y que depende sólo de ti que la mantengas, que te cuides y que lo más importante es confiar y creer en ti. Lo demás, llega solo. Viajar, para mí, es un intercambio de sensaciones con la gente con la que tengo el placer de compartir un pedazo de mi camino. Un camino que emprendí sola, pero en el que pronto me han acompañado un montón de viajeros y gente local que ha llenado mi mochila de unos "souvenir" que no tienen precio, ni caducan, ni se estropean, sino que con el tiempo, mejoran: Las experiencias compartidas.
 
Anna Mata.


 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

15 días desde mi regreso

Una palabra lo puede sintetizar todo: Desubicada.
Llevo ya una semana de vuelta al trabajo, con las rutinas y los proyectos por llegar. Con miles de decisiones por tomar y muchas tareas nuevas que aprender a gestionar. Lo peor de todo es el "hacer porque toca". Eso lo llevo fatal, igual que tener que seguir normas y unos horarios dentro de 4 paredes. No es que sea tan dramático pero la verdad es que me siento enjaulada. Sin libertad. Esa total libertad que me permitía escuchar a mis instintos, a mis verdaderas necesidades sin presión alguna y con la que todo fluía con naturalidad. No puedo decir lo mismo del momento presente en el que todo el mundo va corriendo de un lado a otro, y no hay tiempo ni para escucharse por dentro, relajarse y dejarse llevar. A partir de la semana que viene aún será todo más frenético. Pero una vez más me doy cuenta que tengo dos opciones (pues siempre hay elección): o me ahogo con la presión intetando frenar o cambiar la rueda, o me adapto y utilizo lo aprendido para mejorar la situación actual y aprovecho esta oportunidad del momento de ahora para crecer aún más como persona poniendo un práctica las herramientas que llevo en mi mochila de viaje. Este será, sin duda alguna, otro reto más, igual más duro porque cuesta más fluir y porque el estado de paz se ve perturbado por las exigencias y presiones externas de la sociedad y las que yo misma, me pongo casi sin darme cuenta.

Poco a poco, cuando encuentro mis momentos de calma, sola, en los que me siento super bien (pues los he encontrado y saboreado a lo largo de mi viaje), todo vuelve a fluir y entonces, ahora sí, se me aparecen recuerdos, sensaciones y situaciones que he vivido este tiempo en ruta, y parece que les voy encontrando su utilidad y lugar, en la realidad actual, en esta sociedad que cada vez está más averiada pero tambien, de la que cada vez más salen más almas despiertas y con sed de descubrir algo diferente. Diferente  a esta realidad que parece que nos vendieron muy bien envuelta y que compramos a toca teja sin pensarlo dos veces.

     


Es curioso, tengo ganas de hacer cosas pero a la vez estoy tan tranquila conmigo en casa, aprovechando para reubicar las salas, las zonas y mis cosas, que cada día me desprendo de más y me quedo con lo "necesario", que el cuerpo me pide calma y bajar a esta tierra. Desempaquetar cosas que tenía guardadas para alquilar el piso, deshacer las mochilas, limpiar un poco el piso y , sobretodo, permitirme el aterrizar de nuevo a casa. Y encontrar en que sitio me ubico yo después de 4 meses sin parar de descubrir y descubrirme, de experimentar cosas nuevas y , lo mas importante, sentir con los sentidos abiertos. Sé que será una lucha el evitar cerrarlos y mantenerlos tan motivados como hasta ahora. El otro día le comentaba a una amiga que hasta ahora no me había dado cuenta de la cantidad de aves que hay en mi vecindad! Y los sonidos que hacen, son increibles. A parte de coches y ruidos hay pájaros en todos sitios. Es curioso puesto que antes no me había dado cuenta, o no era consciente porque no estaba presente, sino más bién, inmersa en mis pensamientos. Os habeís fijoado si cuando andáis por la calle o os paráis mirais a vuestro alrededor? a los tejados o balcones de las casa, en las copas de los árboles, el cielo...? Porque la mayoría andamos mirando el suelo y peridos en nuestros pensamientos o en contestar los contínuos imputs del celular. Así el momento presente, desaparece sin apreciarlo. Éste será otro de mis retos. 

Justo hoy, en casa, escuchando un poco de bossanova, con el incienso encendido y mis velas, y esa brisa nocturna entrando por el balcón, me puse a mirar algunas de las fotos del viaje. Me embarqué de nuevo en los diferentes destinos y sentí, por primera vez después de mi regreso, sensaciones impresionantes que me dibujaron una inmensa y gratificante sonrisa en los labios. QUé afortunada pensé! Desde que llegué había medio bloqueado lo vivido , para adaptarme a la nueva realidad. Supongo que como mecanismo de defensa. Hoy sentada en el sofá, me quedaba maravillada. Las fotos son espectaculares, no sólo por los colores o las expresiones de las gentes, sinó porque cuando las amplio las escenas de una misma foto parece que tomen vida propia. Es impresionante, enfoque donde enfoque hay una hustoria detrás de cada una de las acciones o caras de esas gentes. En una misma foto pasan muchas cosas al mismo tiempo, y ese detalle lo acabo de ver ahora mismo.

       


Poco a poco, y aunque debo reconocer que llevo unos días muy negativa porque no quiero aceptar ni la realidad actual, ni  que esta experiencia se haya acabado, parece ser que voy encontrando mi "zona de confort" (esa de la que tanto miedo tenia de salir y ahora de volver a entrar) y espero que con os días encuentre un poco más de sentido a todo esto, a la vida aquí, mi trabajo y a nuevos proyectos que poco a poco se me van cruzando por la mente.