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domingo, 8 de junio de 2014

Last night in Luang Prabang


Hoy es la última noche en esta bella y diminuta ciudad. Señorial arquitectura colonial entre templos blancos con decoraciones anaranjadas que conjuntan con las túnicas de los monjes.

Me ha encantado y relajado andar con la bici siguiendo el río. De día con su puesta de sol y de noche, con la brisa refrescante que te acaría la piel mientras pedaleas, y el olor de las flores que van abriendo su aroma y perfumando el ambiente. 

Hoy ha sido la mejor de todas. Después de una birra con unas chicas que conocí en la granja, he decidido no seguirlas en la ruta nocturna de bares, pues es algo que aquí en Laos no me ha apetecido nada. Y he decidido pedalear siguiendo el Mekong y las luces que van iluminando la senda y que cuelgan de los árboles. Una iluminación que no podria ser más cálida y bucólica. Una delicia. De hecho, pedalear de noche es algo que me ha gustado siempre, desde pequeña. La noche me relaja y la luna de hoy estaba increible. Creciente, y eso me inspira, se ma abre la parte creativa y me sentía super acompañada aunque andaba sola.

Ha sido una dulce despedida de un lugar donde mes he sentido arropada. Y con mucha paz. Igual es la paz que poco a poco voy consiguiendo mantener yo misma. 

He ido callejeando y observando las casitas. Todas con sus puertas abiertas y las familias tumbadas en el suelo, comiendo, charlando, o jugando con los perros... super agradable la sensación de harmonia.

Después, al cruzarme con los templos... increible! Los monjes sentados fuera en las mesas de piedra, algunos meditando, otros charlando y otros, desde la parte exterior y posterior de alguno de los edificios que conforman el Wat, duchándose con una manguera mientras otros , ya limpios y aseados, se colocaban bien su vestimenta naranja.

Todo este cuadro iba pasando por mis ojos, mis oídos, mi olfato en cada pedaleada. Me encanta. Sobretodo el silencio y la calma que se respira en la noche, en las cálidas noches de verano. Y aquí, ésta es la mejor parte del día, en la que mejor se combate el calor y la exagerada humedad.

Hoy me he despedido de tres chicas que conocí cuando iba dirección a la granja y con las que coincidí en distintos sitios del norte de Tailandia. Es curioso cómo , con algunas personas, vuelves a cruzarte en el camino. Dulces y agradables encuentros. Porque yo ya no les llamo coincidencias. Cada vez creo menos en ellas. Y así lo he estado viviendo desde que pisé tierras budistas. Todo un nuevo y atractivo mundo para mí.

No he visto a nadie, y menos turistas, bordear el río de noche en bici. Los locales utilizan la moto y se paran en las laderas del río para charlar o tomarse una birra; mientras que los turistas prefieren ir de bar en bar en la calle principal o en los locales más "western" (occidentales),a beber a tope y con la música por encima de los decibelios que te permiten disfrutar de ella. Yo prefiero una cena en una casa-bar de gente local, como hoy (donde he estado comiendo la misma comida que la familia y en la misma mesa) y cojerme un helado y recorrerme el río en bicicleta saboreando el olor y el "frescor" de la noche. Qué sensación de paz y plenitud. No necesitaba ni hablar! 

Mañana a estas horas, estaré en otro país. Habré volado a tierras camboyanas y habré gestionado otro visado más para la colección. Tres paises en un mes y medio! Tres lenguas, tres monedas y tres culturas distintas. Mucha información sensorial en muy poco tiempo, pero a la vez, mucha riqueza cultural y espiritual para mí. Aunque reconozco que hay momentos donde me siento sola y me gustaría poder compartir lo que he visto o experimentado, lo positivo de todo lo que estoy viviendo supera los pequeños baches que también forman parte del viaje y que, de antemano, sabía que los encontraría. 

Viajar sola es un aprendizaje con una misma que no puedo expresar con palabras. Y seguramente no seré consciente de todo lo aprendido hasta que no esté de vuelta. Pero, se lo recomiendo a todo el mundo, incluso al más miedoso e inseguro, o especialmente a ése o ésa. Es una forma de meditar y de autoconocerse con los sentidos  a flor de piel, pero sobretodo, es una buena manera para trabajar el afrontar los miedos de uno mismo y descubrir o reafirmar nuestros límites con nosotros mismos y con los demás.

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