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sábado, 19 de julio de 2014

En motocicleta hasta Ubud


       

Ubud: "ciudad" interior justo enmedio de Bali. Según dicen las guías, representa el centro cultural y artístico de la isla. Arte digo yo, el que hay que tener para conseguir llegar sano y salvo encima de la moto. Ayer, después de hablar con mi nuevo compi de viaje, un chico asturiano llamado Jose, decidió apuntarse a la nueva aventura. Conducir desde Balangan hasta Ubud en moto. El resto del grupo español abandonaron la misión dado que ellos viven en Bali y han visitado el sitio en varias ocasiones. Cuando les dijimos que pensábamos ir en moto nos dijeron "Buena suerte"! Y ahora, después de haber llegado a nuestro destino entiendo perfectamente el sentido de la frase!


               

El camino desde que salimos fue un contínua ir y venir de coches , motos y camiones adelantando pitando por todos lados. Cómo me decía una vez un local, "aquí tenemos reglas de conducción pero nadie las sigue!". Vaya caos! y lo peor no es lo estresante que resulta conducir con 10 filas de vehículos repartidos en dos carriles, sino el humo denso que vas respirando a cada metro. Es horrible! Te entran hasta arcadas! Ahora entiendo porque van todos con esas máscaras en la boca! Así pues, después de más de dos horas en ruta, cruzando pueblos, niños de la escuela con sus uniformes marrones, sus lazos amarillos en el pelo y ese pedazo de escoba que llevan todos cuando salen para ir practicando sus valores sobre la responsabilidad, y avanzando a una velocidad no superor a los 10km/h, acabando empapados por la lluvia y conduciendo hasta por las aceras en dirección prohibida, llegamos a Ubud. Diós! Ubud, centro de yoguis, de alternativos orgánicos , de danza y artistas! Madre mía! Supogo que la idea que teníamos era la de un pueblín enmedio de la naturaleza y entre montañas... pero para mi decepción me encuentro con un sitio super explotado por le turismo, donde no cabe ningún negocio más por metro cuadrado y donde la naturaleza ha quedado relegada por las construcciones de Starbucks!

Afortunadamente y siguiendo la recomendación de mi compi Miguel, seguimos conduciendo (huyendo del agobio de la civilización, los turistas y las miles y miles de tiendas que me crean una sobreestimulación tan excesiva que me colapsa las neuronas y mis sentidos) hasta llegar a un alojamiento compuesto por unas cabañas que se halla en el bellísimo medio de los arrozales! Diós existe y se llama Kupu Kupu! Así pues, ahora, en medio de estas plantaciones inhundadas por el agua de la lluvia y del cultivo, me encuentro en plena naturaleza verde esmeralda y con una taza de ginger tea, escribiendo estas reflexiones "after trip".


Cuando nos encontramos en medio de esas plantaciones de arroz, con esos mini senderos que separan cada uno de los bancales, y por donde la moto pasaba prácticamente como las piezas del tetris, no dábamos crédito! Cómo había aparecido tal paisaje y sitio idílico enmedio de la locura por la que acabábamos de pasar? Justo entonces, nos cruzamos con una pareja de ancianos que muy amablemente nos indicaron cómo llegar hasta las cabañas. El sitio no puede ser más increíble! Parece mentira que este paisaje esté a sólo 15 minutos del centro del pueblo hiperturístico de Ubud. El sitio es una maravilla y aunque llueve y parece Asturias en invierno, es precioso y el sonido de los pájaros junto al olor de hierba fresca me está compensando el estresante camino entre el humo y el ruido de los vehículos antes de llegar aquí.


               



Despertar entre el sonido de las ranas, de los grillos, del agua que corre por el riachuelo y un abrir de ojos ante un cuadro lleno de colores y olores que entran por la puerta (de la habitación alzada de madera) desde el jardín delimitado por los cuatro templos situados a cada esquina de la finca, y en los que ayer, Cumon dejó sus ofrendas e incienso mientras realizaba sus rezos de la noche, no tiene precio, y sólo se puede entender viviéndolo.


               


 Un buen desayuno, una charla entretenida y un plan, otra vez, improvisado y que acaba resultando la mejor opción y otra nueva experiencia más para deleitarme los sentidos.

      

Después de una ruta de dos horas hacia el norte de Ubud en moto, y grácias a la ayuda del fabuloso google maps y de mi chapurreo indonesio, hemos llegado a un pueblin bien peculiar. Sin darnos cuenta, y encandilada por la gente local, los niños juguetones, los trabajadores de la madera y las mujeres (que sentadas en las calles de arena depositan  los miles de granos de arroz , café o cacahuetes (a los que ellos llaman "cachaf") encima de esas telas para secarlos y después molerlos, o ponerlos en esas diminutas bolsitas de plásticos para luego venderlos en sus pequeños quioscos o warungs familiares) llegamos a lo que sería el principio de una deliciosa aventura!


               

 

                                                                         

Después de preguntar cómo llegar hasta el templo de G. Kawih, Awan , un chico local del pueblo nos preguntó si queríamos ir por el camino de la carretera principal y turístico o si nos queríamos aventurar a a una ruta dentro de la selva con él si un amigo. Vaya pregunta! pensé! pues claro! aventura! después de una pregunta de los más absurda sobre el calzado y darme cuenta que era una locura andar en chanclas por el barro de la selva y de sus precipicios, decidimos hacer como ellos e ir descalzos. Transcurrimos una de las rutas más hermosas y a la vez más resbaladizas entre palmeras, vegetación y fauna diversa y arrozales entre cascadas y con una vista espectacular! Hasta que al final, descubrimos la entrada trasera del templo, entre arrozale y selva. Mis piés ya medio habituados y llenos de barro iban esquivando desde insectos varios, ramas y orugas venenosas. De aquí yo creo que casi me siento medio balinesa! Aunque si sigo con esta trayectoria cuando regrese a casa me confundiran con un travelo! Me siento tan insertada con la cultura y la gente local y la naturaleza que me va a resultar muy dificil volver a llevar zapatos y regresar al asfalto.


                                                                           


              

Ayer, después de una comida junto con los dos chicos locales, de caminar enmedio de las plantaciones de arroz y de las cascadas de agua, visitar el templo y compartir charlas sobre la cultura de ellos y la nuestra, hacer un postre en ese pequeño garito, en el que los locales se reían al ver miintento de "bulé" hablando indonesio con ese acento , que me caracteriza, regresamos a nuestras motos dirección Ubud. Un paseo, un postre exquisito de tarde con un batido, una buena ducha de (por fin) agua caliente en una casa regentada por dos ancianos bien particulares, y una cena (igual la última de bali) junto con Miguel y sus compañeros de viaje.

                


                                                                           

Una visita fugaz por el centro de Bali pero que cada vez me compensa más este tipo de rutas. No turísticas. Igual no veo muchas esculturas, templos, o sitios para la foto, pero me doy cuenta que me presta mucho más la experiencia de compartir un pedacito de la cultura de sus gentes. Experiencias que no necesitan foto, porque las llevo dentro mí. Y que van sumando mi "abrir de mente, de ojos, de tacto, de olfacto y de gusto", y que siento que me van enriqueciendo el alma. La vida, dicen, es lo que sucede mientras pensamos, así que, menos pensar, menos planificar y más sentir el momento presente.


               

Ubud, esta mañana, bien temprano me despido de tí. Desde la azotea de esta casa local. Con el sonido "stéreo y double sorround" de los gallos al amanecer, los perros y el andar por las calles de las primeras personas cargadas con cestas en la cabeza, empujando los carritos de "bakso" y saludándonos con un carismático " Selamat dingí". La vista de los tejados y el sol amaneciendo, no puede ser más peculiar. Ubud, centro cultural de danza, pintura, comida orgánica y yoga, un paseo entre arrozales de lo más interesante. Y desde aquí, de regreso a Balangan para, posiblemente en dos días emprender mi ruta a una nueva isla. Más surf, más local people y más experiencias para seguir almacenando en mi disco duro . No quiero que esta sensación de bienestar, de explorar, de descubrir, de aprender y de sorprenderme se acabe. Esto es vida!


              














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