La verdad, es que mi primera impresión en esta isla, ha sido un poco decepcionante. Acostumbrada a super "local people", sitios inexplorados por los western y esa naturaleza y cultura tan auténticas... Bali, de momento, me ha dejado un poco en estado de bajón total. Me alegro de que al menos Will tenga la misma onda que yo y ayer , después de alquilarnos unas bicis, estuvimos descubriendo y explorando callejones y zonas donde parece, que no son de interés turístico. Diós! es curioso que ver tanto western junto me diera esa sensación de asfixia y agobio, mientras que al poder estar entre los locales y cenar y desayunar con ellos, me devolviera el buen rollo y mi paz interior y alma inquieta por explorar nuevas culturas, que he tenido la oportunidad de disfrutar a lo largo de estos meses.
Estoy segura que la cultura más profunda balinesa está por descubrir y la voy a encontrar, pero para eso tendré que alejarme de las masas y de las zonas más turísticas y posiblemente, dejar el surfing apartado algunos días.
Mientras íbamos pedaleando ayer, me fuí fijando en la diversidad de las casas, de sus vestimentas para las ocasiones religiosas o especiales, esas mini ofrendas hechas con tanto detalle y cariño (en los mercados y en las casas) que puedes encontrate en todas las aceras, calles, mini templos y tiendas y sobretodo, ese olor de incienso que lo perfuma todo! Me encanta!
Los emplos aquí son bien distintos a los que estoy acostumbrada . Esos paraguas tan simpáticos de colores amarillos y blancos, de los que cuelgan esos miles de hilos que ondean al viento. Y esas caras de monos y cocodrilos en las entradas de las casas, gravadas a la piedra! Deliciosas flores amarillas, blancas, rosas, rojas que decoran ofrendas y templos. Las construcciones de las viviendas son exquisitas! Me alucinan los tejados y sus puntiagudas formas! Y poder observar cómo conviven en una misma, varias generaciones juntas, compartiendo sus charlas y ceremonias en sus propios templos que tienen en sus jardines. Es simplemente un aliciente para mi vista. Mientras pedaleábamos, nos paramos en las casas que tienen, la mayoría, sus verjas abiertas, y pudímos observar su rutina de domingo. Cómo no! y una vez más!, los niños, son el alma de la fiesta!
Ayer mismo, de noche, después de cenar en ese mercado local tan original, con la gente del pueblo y a un precio de los que te alegran el bolsillo y te animan a seguir probando de todo, nos sentamos en unas escaleras para saborear esos dulces que hacen con tanto cariño. Los envuelven en hojas de banana y los aliñan con ese azucar caramelizado que se mezcla con esas increíbles texturas y sabores! Diós aquí no hay quien haga dieta! jajajja. Fué realmente simpatiquísmo. En las escaleras se hallaba un grupo de niños de menos de 12 años, mirando , muy concentradamente, un vídeo en youtube a través de un smartphone, cuando a nuestra sorpresa pasaron de mirar uno de mágia a otro mucho más interesante para ellos, jajajajja, ahí va ese link porque realmente no tiene desperdicio!
Para mí esos momentos con la gente local son los mejores del trip y es donde realmente aprendo y me siento super motivada para seguir conociendo más. La parte de guiri turística de Bali, espero conseguir esquivarla lo máximo posible porque realmente es lo que siempre he evitado cuando he viajado incluso en mi país y es lo último que deseo encontrar en este viaje, que hasta ahora, está siendo indescriptible a nivel cultural y super enriquecedor.
Justo después de haber cerrado mi ipad nos esperaba un taxi a la puerta. madre qué pija me siento! IGual es lo más pijo que he hecho hasta ahora! Pero la verdad es que compartiendo todo sale mucho más barato! Llegamos a Kuta Bali donde decidimos ir en búsqueda de hostel y una tabla y pensar en la manera para llegar a nuestra siguiente destinación: Metawi, un pueblo pesquero situado al noroeste.
La verdad es que la llegada ha sido de lo mejor! A lo largo del trayecto, los campos verdes de bananos y de arroz, colmados de agua, protegidos por esas densas motañas...qué maravilla! sabía que Bali tenía mucho más que ofrecer que la guiriada que estuve viendo.
Justo al llegar , unos locales nos recibieron con los brazos abiertos y nos ayudaron con todo. Nos buscaron una habitación básica pero barata situada enmedio de la villa junto con las casas de la gente ganadera. Sus gallinas y sus polluelos se nos cruzan delante la puerta de la habitación que queda alzada a unos metros del suelo. Andando desde la puerta de casa llegas a la playa. Preciosa, desierta y decorada por esas vacas marrón caramelo que, pulcras ellas, te miran super curiosas y hasta de lamen si las dejas.
Después de explorar el sitio y alquilar unos escarpines, pues la playa entera es de roca, nos dimos nuestro primer baño. Madre mía! Esto no es Sri Lanka y las olas aquí tienen telita. La tabla, aunque es una maravilla, es super fina y aun tengo que hacerme a ella así que el primer baño fué para descubrir el fondo y la flotabilidad de mi nueva adquisión.
Esta mañana ha sido increible! Olas he cojido bien pocas pues aún tengo que perder el miedo a lanzarme, o como dice Juan a descolgarme, porque el rollo de rocas y erizos ...como que no da mucha confianza, pero el paseo hasta la playa es tan bello! Y estar entre la vida de la gente de aquí, tan humildes, pescadores y ganaderos que siempre te sonríen y saludan al pasar... No tiene precio.
De tarde ha sido lo mejor. Después de comer en un sitio local super exquisito, hemos llegado hasta un pueblo donde hay un árbol que hace de entrada, es increíble y el camino entre selva y aldeas locales...no tiene precio! Justo al llegar a un chamizo de té, unos adolescentes realmente hospitalários y encantadores nos han invitado a acompañarles a una aldea. La del abuelo de uno de ellos en concreto. Teníamos dos opciones: aldea o surf. Y sin pensarlo les hemos acompañado. Una experiéncia impresionante! Nos subimos a las motos y nos dirigimos hacia el pueblo del abuelo de Katut, entre esos gigantescos plataneros, cocoteros y miles de plantas de gran diversidad. Los caminos pasaron de asfalto a arena y a otros llenos de piedras pero parece que las motos balinesas lo aguantan todo! Por el camino, Katut se deutvo y nos invitó a oler la flor del café... que fragancia más fresca y única! y luego, más adelante, la semilla con la que hacen el tabaco, que es el clavo, pues aquí és muy perfumado.
A lo largo del trayecto nos fuimos encontrando con miles de niños, aldeanos y jóvenes que salían a nuestro paso y nos gritaban un "hello" acompañado por un animado movimiento de manos. Vaya recibimiento y qué gente más maja! Y sobretodo Katut que nos inmersó en su aldea de manera super espontanea y afectuosamente. Me ha dejado muy emocionada. Hay gente increíble en todas partes, sólo hay integrarse y evitar las zonas más turísticas. No conozco mucho de Bali pero de momento, me está encantando ver que sigo con la misma onda del viaje. Inmersión cultural y convivencia con la gente local. Toda una experiencia que ya forma parte de mi día a día y me encanta!
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