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domingo, 13 de julio de 2014

Rodeada de barcos pesqueros


       

Después de 4 días en este recóndito pueblo pesquero del norte de Bali, donde parece que el swell no para de bombear, y las corrientes te arrastran velozmente, y sin a penas darte cuenta, hasta el otro extremo de la playa, esta mañana me dispuse a entrar en el mar bien pronto, puesto que aquí está claro que si no es marea alta para mí es peligroso. DEspués de un buen desyuno, de encerar la tabla y ponerme los escarpines me acerqué hasta playa. Las olas aquí, dicen que son "fofas" e igual lo son, pero el tamaño y la fuerza que tienen dejan agoado hasta al más fuertudo. Pués la mayoría de surfistas (que me doblan la altura, anchura y resistencia) tienen que salir por las rocas dado su agotamiento físico de tanto remar. Will está en el agua pero claro son casi 15 años surfeando olas en california, con lo cuál para él, ésto según me decía hoy: "it's fun". Después de mirármelo desde fuera, decidí abortar misión. Hay una chica australiana dentro que es una máquina, y su resistencia y nivel son espectaculares, cosa que no puedo decir de mí misma. Así pués,cuando la cosa esté un poco más calmada, volveré a intentarlo.

Las rocas estan en toda la playa en el fondo, en los laterales y en toda la costa, así que no hay ni un espacio libre para un grano de arena, cosa que psicológicamente me paraliza.


               

Supongo que como me dijo Bet, aquí las olas son "punyeteras" así que después de haber estado en Sri Lanka con esas olas nobles, fuertes pero fáciles de coger, ahora me toca observar e igual surfear mucho menos de lo que había pensado. Aunque debo decir, que descansar un poco, escribir y observar la vida de aquí me parece un plan ideal también y espero, en unos días, escaparme hacia otra isla a ver si hay más suerte. Es curioso como aprendes a desplanificar lo que tenías en mente, y a adaptarte a los cambios (que son constantes cuando viajas) y ese aprendizaje es vital para ir afrontando la vida con optimismo y sin el dramatismo con el que , muchas veces, la vivimos en nuestro día a día.

Me encanta observar, cada vez más, y se aprende un montón de cosas. Me encanta ir desde la habitación alzada, hasta la playa por el caminín que hay justo entre las casas de la gente local, entre las gallinas y la vacas. Y ver cómo, los ganaderos sacan las vacas, las vigilan y las mimian. Estan hermosísimas! y luego las gallinas correteando entre sus patas, y ellas dándoles latigazos con su cola para apartarlas. Después, en otro punto de la playa estan esas mujeres, tan trabajadoras, como sómos, con esos vestidos y esos pañuelos en la cabeza, y esas cestas en las que van metiendo "el cucho" fresco de las vacas y lo van transportando hasta sus granjas. En esta playa desierta, en la que los locales, al ver que venían surfistas y buscaban un sitio dónde dormir, empezaron a construir algunas habitaciones, algun hotelito y a alquilar alguna de las habitaciones de sus viviendas. Ayer, justo de noche, cenando en la cantina que da delante del mar, y hablando con sus dueños, descubrí a la cocinera, Sarinna. Qué encanto de mujer! a parte de cocinar esos deliciosos platos balineses e indonesios, me enteré que su casa está al lado de donde dormimos. Y enseguida me invitó a una taza de té cuando me pase por ahí. Esto es otro ritmo. Lento, pausado y tranquilo y de hace pensar en cómo vivimos nosotros en España, o mejor dicho, en Catalunya. Un ritmo frenetico y acelerado. Una rueda en la que te metes sin darte cuenta y que nos desgasta. Sólo cuando sales de ella y la observas desde fuera te das cuenta de esa trepidante velocidad y manera de vivir atrapados en un futuro constante, sin tener tiempo para saborear el presente.


                

Es cierto. De vacaciones, viajando, es todo más fácil de ver. Aunque para mi este viaje está siendo más que unas vacaciones. Esto es un "abrir los ojos" y una refexión de cómo vivo, de las otras opciones que hay y de lo que realmente deseo. Todo esto no te lo planteas desde tu centro de confort. Cuando sales de ese centro cómodo y seguro, es cuando empiezas a observar otras opciones de vida. A valorar lo que te gusta de lo que tienes y a darte cuenta de eso que no te favorece en nada, pero que no lo ves estando dentro de la rueda consumista de nuestra sociedad. Una sociedad que nos vendieron y compramos, de comodidades materiales, que para nada, dan paz ni felicidada, aunque algunas ayudan a estar más cómodos, resulta que otras son arma de doble filo que te atrapan y no te dejan ser libre.


                

Desde esta playa desierta, escribo hoy estas línias. Observando el mar y la gente que está trabajando en la playa desde bien temprano en la mañana. Bali, me alegro de que haya mucho más que surfistas de fuera comiendo hamburguesas. Hay mucho más que olas en Bali , y aunque cada vez está más explotado por el turismo, todavía quedan sitios donde la gente local puede seguir con sus vidas tradicionales y autóctonas.


               




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